Don Alvaro Pombo, en su discurso
de aceptación de su sillón en la Real Academia de la Lengua Española (2004)
titulado
Verdad y Verosimilitud [1],
hace una serie de referencias interesantes que aportan luz para poder entender
con mayor profundidad el fenómeno de la posverdad en el entorno actual de la
comunicación social y política.
Verdadero y verosímil no son
sinónimos. La verdad, según Pombo, “se toma por la conformidad de una cosa con
la razón, de tal suerte que convence y persuade a su creencia como cierta e
infalible” mientras que lo verosímil es “lo que tiene apariencia de verdadero,
aunque en realidad no lo sea”. La posverdad es la máxima expresión de la verosimilitud,
pero no de la verdad. La verosimilitud es un argumento falaz cuyo propósito es
condicionar e influenciar el comportamiento del receptor haciéndole creer que
actúa bajo la verdad, que tiene razón para justificar su comportamiento. Es pretender
llevar al receptor a creer en lo que le están comunicando. Es un intento
deliberado de manipulación de argumentos para que la conclusión final parezca
verdad y creíble, por muy distante que esté de esta.
¿Por qué esta diferencia es
importante en comunicación?
La comunicación gestiona influencias.
La comunicación es acción [2]
y la acción demuestra intenciones y denota características de la existencia del
emisor. Se actúa, entre otros factores, en función del mensaje que se reciba,
del contexto en el que se produce, y de las características tanto del emisor como
del receptor. Para que la comunicación se produzca, es decir, que el receptor
actúe en función de los intereses del emisor, es necesario que éste conozca en
profundidad al receptor, que sepa qué percepción tiene el receptor del emisor, por
qué canales le llegará el mensaje, bajo qué forma se ha codificado, con qué
intensidad y frecuencia lo recibe y, sobre todo, qué significa para el receptor
el mensaje recibido, es decir, qué interpretación hace de él. En este proceso
de intercambio de influencias, la comunicación es el instrumento y la
plataforma que utiliza el emisor para proponer ideas, estimular emociones,
provocar sentimientos y modificar actitudes del receptor para que éste piense,
sienta y actúe en función de los objetivos del emisor. Por lo tanto, la
comunicación tiene el poder de influenciar en el comportamiento individual y
grupal por medio de la gestión de los significados que transmite. Éste es el objetivo
de la comunicación persuasiva y de una de sus herramientas, la propaganda. Al
crear un cierto estado de opinión basado en potentes emociones, la posverdad
busca la acción, la interacción y la reacción de sus audiencias para satisfacer
exclusivamente los objetivos del emisor sin tener en cuenta las consecuencias
que puede generar en las personas ni en la sociedad civil.
El concepto de propaganda nos
traslada a principios de 1930 pero ahora está más vigente que nunca. Las RR SS
se han convertido, como plataformas comunicacionales, en los canales ideales
para el florecimiento de la propaganda. El libre acceso, su omnipresencia, la
constante interacción que las caracteriza, y la capacidad que tienen de retro
alimentar comunidades por medio de grupos de chats que fomentan reacciones
grupales, están banalizando la verdad en aras de la verosimilitud y están
generando fenómenos socio-políticos con enorme capacidad de influencia, con
resultados descorazonadores en la mayoría de los casos, y con funestas
consecuencias para la sociedad civil y las personas que la conforman. Los
emisores de la posverdad instigan y agitan emociones utilizando medias
verdades, datos distorsionados, argumentos falaces para promover afiliaciones y
provocar reacciones apasionadas. La verosimilitud es su estrategia y el impacto
que tiene en determinados receptores afecta a sus sentimientos, a sus
creencias, a su psique y, por lo tanto, a los principios directores de su
comportamiento individual y grupal.
El código deontológico de la
Comunicación nos alerta sobre estas “malas artes” y nos incita a prepararnos
para tratar con la verosimilitud como práctica habitual, -- no ya en la
publicidad regulada por leyes eficientes – pero sobre todo en la configuración
de emociones, opiniones y creencias sobre el estado actual de las cosas. La
verosimilitud es un reto que, aunque no es nuevo, requiere que los
comunicadores estemos alerta y preparados para neutralizarla. No es tarea fácil
pues las percepciones creadas por la comunicación, específicamente por la
propaganda, conectan y agitan sentimientos profundos, con anhelos y con
motivaciones para crear realidades paralelas ,
con la consiguiente implicación (y reacción) emocional, social y política.
La comunicación tiene un enorme
poder cuando se gestiona profesionalmente y los profesionales debemos aprender
a dilucidar las sutiles diferencias entre la verdad y la verosimilitud.
Identificar, discriminar y neutralizar la posverdad es un reto más al que nos
enfrentamos los comunicadores. La posverdad es parte del nuevo entorno
comunicacional y para contrarrestarla es necesario el desarrollo de nuevas
habilidades comunicacionales, requiere
mejorar la eficacia de nuestro desempeño profesional y, especialmente, reafirma
la necesidad de mantener posiciones y prácticas éticas.
Carlos de la
Guardia, PhD