miércoles, 21 de marzo de 2018

¿Qué recordamos de las personas que pasaron por nuestra vida?

Semanas atrás, en un breve experimento realizado en clase, de esos que no se prevén, sino que surgen a raíz del debate, preguntamos a los estudiantes acerca de aquellos recuerdos que poseen sobre algunas marcas. El experimento tenía un claro objetivo, no bastaba con mencionar intangibles que conforman la identidad corporativa de las grandes marcas que todos conocemos, esas marcas que conforman el top of mind de su categoría o sector, sino se trataba de ir un paso más allá. Sin entrar en por menores, la mayoría de los recuerdos de los estudiantes tenían relación con experiencias vividas, con emociones, con recuerdos en los que -de un modo u otro- existía una conexión entre las personas y las marcas, sus productos o servicios.
Tras la experiencia, me resultó inevitable recordar un proverbio antiguo que reza: “Cuéntame un hecho y lo aprenderé, pero cuéntame una historia y vivirá por siempre en mi corazón”. Y es que en estos tiempos donde impera lo digital, las estrategias basadas en los estudios acerca de tendencias y Big Data y en la que los contenidos se vuelven efímeros y su valor es proporcionalmente directo a su capacidad de viralizarse y al tiempo en que son relevantes para los social media, las historias y los relatos vuelven a escena y lo hacen bajo cuatro principales supuestos: la gamificación, la interacción, la profundidad narrativa y su capacidad de vinculación al mundo real.
¿Qué recordamos de las personas que pasaron por nuestras vidas? ¿Qué recordamos de nuestra infancia? Un perfume, un sentimiento que nos produce nostalgia, un recuerdo que nos saca una leve sonrisa, la experiencia de probar algo por primera vez que nos sorprendió o quizás, un detalle sin importancia que, sin sentido aparente, retenemos en nuestros recuerdos. Somos seres sensibles, sensoriales, cognoscibles, emocionales, curiosos, atraídos por la prueba, por el descubrimiento, por el juego y ávidos de alimentar y retroalimentar nuestras emociones y estímulos. No descubrimos nada, somos seres tangibles e intangibles, pero ¿por qué las marcas no siempre hablan nuestro idioma?
Es precisamente en los últimos tiempos cuando se ha producido un auténtico cambio de rumbo respecto a la comunicación empresarial e institucional en gran parte de las empresas e instituciones. Este nuevo modelo categorizado por colocar a las personas en el centro de la comunicación y por el objetivo primordial de generar engagement ha condicionado la aparición de una nueva fase del branding que se añade a las clásicas cuatro fases de Kevin Keller: Brand Indentity (¿Quién eres?), Brand Meaning (¿Qué Significas?), Brand Responses (¿Qué Sucede a Tu alrededor? y Brand Relationships ¿Cómo te comunicas y relacionas? Se trata de la fase conocida como Brand Stories y responde a la siguiente pregunta: ¿Qué vínculos emocionales y experienciales generas con tus clientes?
De esta nueva etapa surge la arquitectura narrativa empresarial como parte del proceso estratégico de creación de contenido de interés. Y es que las empresas e instituciones no podían permanecer en un plano alejado de este contexto. Las historias y los relatos han existido siempre, al fin y al cabo, todos somos relatos.

 
Dr. Alfonso Freire Sánchez
Profesor colaborador Máster DCEI
Profesor de Narrativa Transmedia y Creatividad (Universitat Abat Oliba)