Ante
todo felicitar al maestro Moliné, por el manejo de su hábil y docta pluma que
nos ilustra con un rápido viaje por el tiempo, tomando como referencia la
comunicación y su incidencia en el desarrollo del ser humano.
Resulta
innegable que la comunicación es, sin duda, el elemento central de la relación
humana y la evolución de nuestra especie está íntimamente ligada a la
comunicación. Sencilla al principio, más elaborada después y terriblemente
compleja en la actualidad, a
medida que la tecnología (no sólo las llamadas “nuevas tecnologías”) con las grandes aportaciones de
insignes sabios: Gutenberg con la invención de los tipos móviles,
Marconi con la radio y tantos otros que revolucionaron el mundo de la
comunicación.
Pero
todo el desarrollo tecnológico no puede ser una finalidad sino un medio. No es
nada por sí mismo si no sirve a la comunicación. No se olvide, un libro, una
emisora de radio, un canal de televisión, una web, link, un… no son nada si no
se utilizan para comunicar.
Los
community managers, como bien decía la doctora Morales, no lo son los que
escriben en internet. Han de ser, sobre todo, comunicadores. Y parece que en
los últimos años dedicamos más tiempo a las mal llamadas nuevas tecnologías
(son ya viejas), olvidándonos con frecuencia de la COMUNICACIÓN (en
mayúsculas).
Pero
la finalidad de este escrito no era referirme a los tipos móviles, ni a la
radio, ni a la pléyade de anglicismos que envuelven a todo cuanto tiene que ver
con la gran red telemática. Quisiera centrarme en el objeto de la comunicación.
Nuestra
especie ha alcanzado un nivel tecnológico impensable sólo unas décadas atrás y
soy de los convencidos que estamos en los albores de lo que en breve nos va a
llegar. Pregunto “¿ha crecido la potenciación de la dimensión humana al mismo
nivel que el desarrollo tecnológico?” Pienso que la obvia respuesta no nos ha
de dejar especialmente satisfechos, dado que la tecnología ha dejado
empequeñecido al humanismo.
Hoy,
que incluso las empresas han empezado a darse cuenta que no es suficiente incidir
en su vertientes productora y comercial y que deben incorporar otros elementos
a su manifiesta voluntad economicista, con todo cuanto tiene que ver con su
dimensión corporativa, entre las que destaca la RSC, aunque a veces se trate
más una operación cosmética que una verdadera asunción de responsabilidades.
Una empresa que vive al margen de sus públicos, no tiene futuro. Y cada vez más
se acentuará más. Personas y empresas no sólo debemos tecnificarnos y servirnos
de la comunicación, sino que hemos de crecer como entes, potenciando nuestras
respectivas realidades.
Unamuno
en una de sus brillantes alocuciones decía “lo
que la naturaleza no da, Salamanca no lo presta”, en una clara
manifestación que por mucha calidad que tuviera la enseñanza en la prestigiosa
universidad, si una persona no estaba mínimamente dotada para el estudio, no
conseguiría formación suficiente.
En
el mundo empresarial está sucediendo algo parecido. Lo que la empresa no es, la
comunicación no lo resuelve. Lo primero que ha de hacer es potenciar sus
realidades empresariales y será luego cuando las dé a conocer mediante la
comunicación.
Y
¿a qué es debido esta situación? Pues sencillamente a que la comunicación tiene
mucho más que ver con los hechos que con las palabras, depende más de lo que se
hace que de lo que se dice. No se puede presumir de lo que no se es, porque en
cuanto lo divulguemos seremos cazados como vulgar gazapos.
Crezcamos
como personas; dedíquense más las empresas a sus esfuerzos en potenciar la
responsabilidad social corporativa y hagamos saber estas mejoras a través de la
comunicación.
¿Y
los community managers? Pues que se preparen bien en todo lo que envuelve
internet, porque devendrá, está deviniendo ya, una herramienta de primer nivel
al servicio de la comunicación. Estemos preparados para servirnos de ella para
mejor comunicar, pero no dejemos que se convierta en las ramas que no nos dejan
ver el bosque.
Jordi
Ventura
Publicitario
y comunicólogo
Profesor colaborador Máster DCEI