jueves, 21 de diciembre de 2017

miércoles, 20 de diciembre de 2017

A la promoción número 23 del Máster DCEI

Perdón por tomarme el atrevimiento y decidirme a escribir unas cuantas líneas, pero pienso que tantos momentos vividos en este pequeñísimo e intenso pedazo de historia merecen cuanto menos unas palabras que queden plasmadas para siempre, con la ilusión de poder volver a este presente perfecto cada vez que así lo sienta y tenga ganas. 

Escribo porque no lo pienso tanto y ahora mismo me vencen el impulso y la emoción, pero soy consciente que podría haberlo hecho cualquiera de quienes son parte, y seguramente lo que nos narrase sería tan distinto y tan igual a lo aquí hoy redacto. Podrían cambiarse las palabras, los conceptos y, si quieren, hasta el estilo y la gramática; pero sé que de cualquier modo cada párrafo estaría escrito con el mismo sentimiento que nos invade a muchos cuando miramos de reojo el almanaque y vemos que los días pasan, pasan y vuelven a pasar sin mostrar síntomas de detenerse.  
Ustedes podrán decir que soy un nostálgico, y tal vez tengan razón; pero no me importa, porque todo eso y un poco más es lo que me hace volver al primer día, cuando los 31 estábamos ahí sentados, mirándonos las caras con los ojos cargados más de incertidumbres que de certezas. 

Los de afuera creyeron que sería una promoción más, algo pasajero que apenas duraría unos cuantos meses hasta desvanecerse sin penas ni glorias. Los de adentro, en cambio, desde el comienzo dijeron que esta promoción, la número 23, era distinta. Ojo, no decían ni mejor ni peor; simple y sencillamente, distinta. 

Distinta porque era mucho más que una mezcla de banderas, culturas, experiencias y fabulosas personalidades. Distinta porque cada uno, con intención o sin quererlo, le aportaba al otro algo que no sabía ni imaginaba. Distinta porque antes y después de cada clase iba un poco más allá de las fronteras académicas y trascendía incluso al propio Máster.

Hasta aquí podría haber sido demasiado y suficiente. Pero fue mucho más que eso. Esta promoción estuvo en cada transcurrir, entre las calles y los bares, entre las plazas, los parques, las playas y las montañas, en cada lugar hasta sentir una y otra vez que Barcelona le pertenecía.  

En tan sólo un año supo descubrir la belleza impoluta de esos lugares que muchos solo habían visto en fotografías o filmaciones lejanas. Brindó por los buenos momentos y celebró aquellas victorias que parecían impensadas y hasta imposibles. 

Pero como ocurre en la vida misma, también le tocó llorar más de una vez. En los peores días esta promoción no se cansó de llevar velas encendidas a una rambla oscura y devastada, que poco a poco comenzaba a colmarse de flores y multitudes que elegían dejar el terror en un costado para darle solo lugar a la paz, la memoria y la justicia.

Lo que vino después ya más o menos se sabe. Banderas esteladas y banderas solo a rayas, marchas y contramarchas, defensores de estos y acusadores de aquellos. Le podría haber tocado a otra promoción, pero le tocó a esta. Por suerte o por desgracia fue testigo de lo que alguna vez estará en los libros de historia y quedará inmortalizado para toda la eternidad. 

Si alguien preguntase qué se podría cambiar de esta promoción, yo pienso que nada. Y no se trata de un grupo que rebalsa únicamente de virtudes, nada de eso. Quizás tiene tantas virtudes como tantos defectos; pero al menos en este instante sería una torpeza subir a una tarima para juzgar desde allí arriba qué es lo que estuvo bien y qué es lo que estuvo mal. Prefiero librarme de todo eso y dejar las cosas así, tal cual fueron y sucedieron, sin modificar absolutamente nada.

Con desencuentros y desencantos, y con todas las adversidades que les son propias a cada uno, lo importante es que lo logramos. Y si estamos próximos a recibir ese título que vinimos a buscar, antes corresponde homenajear todo lo que vivió esta promoción. Porque aunque las historias que aquí supimos construir jamás estarán enmarcadas ni exhibidas en una pared, lo que más vale es que aquellos momentos quedarán guardados para siempre en la memoria de esta eterna Barcelona.

Por esos buenos momentos, por este año que se va y por todo lo que vendrá... ¡Salud!




Estanislao Echazú
Alumno de la 23ª ed. del master DCEI

lunes, 11 de diciembre de 2017

La postverdad, esa gran mentira

La información sobre la situación política en Catalunya, antes y después de la celebración del Referéndum del 1 Octubre, me obliga a reír, para no echarme a llorar cuando leo, escucho o veo las noticias que los pretendidamente independientes periodistas de los medios de comunicación son capaces de redactar, explicar, mostrar. Vergüenza ajena que la manipulación y la mentira se hayan convertido en recursos informativos. De que todo valga. De la famosa “postverdad” para encubrir lo que directamente es falso y que se ha convertido en la principal enemiga del periodismo.

Lo siento en el alma, pero  tenemos un problema muy grave en la política editorial de algunos medios de comunicación y en el daño que hacen al conjunto de la población española. Se han convertido en propagadores de odio y eso no es defender la libertad de expresión o la libertad de prensa. En absoluto. Eso es ser un irresponsable.

Las cortinas de humo que se crean a partir de determinadas noticias, se han convertido en telones de acero para ocultar los temas que realmente enfangan a la clase política, a las grandes corporaciones económicas, a los poderosos que no quieren perder ni un ápice de su poder. Y que reflejan esta connivencia malsana entre periodistas y clase política. Muestran la relación entre las subvenciones del Estado a los medios de comunicación y los favores que éstos les hacen filtrando, inventando y propagando noticias falsas.

Ante este panorama, necesitamos comunicadores responsables en las organizaciones. Que emitan información veraz, que puedan usar las redes sociales para llegar al público y no solo a los mass-media. Hasta hace poco, se consideraba que los medios de comunicación se preocupaban de crear una ciudadanía bien informada, educada e interesada en la actualidad. Tal y como van las cosas, creo que serán los gabinetes los que tendrán que asumir una parte de este trabajo.

Albert Camus, Premio Nobel de Literatura, defendía en 1944, en la revista Combat. “Un país vale lo que valga su prensa. Y si es verdad que los periódicos son la voz de una nación, estamos dispuestos por nuestra parte y en la exigua proporción que nos corresponde, a elevar este país, elevando su lenguaje”.

Ahora mismo, lamento dudar de que existan las condiciones, las voluntades y hasta un número suficiente de personas que estén dispuestas a elevar el lenguaje del periodismo en España. Es decir, a crear y defender una prensa escrita, radiofónica, digital y audiovisual que tenga credibilidad y calidad.

Fernando González Urbaneja, en una conferencia titulada “Sin democracia decae el periodismo; sin periodismo se agota la democracia” dictada en el II Congreso de Historia del Periodismo Canario de 2016, decía “el buen periodismo tiene que ser beligerante contra las falsedades, no puede dejarse arrastrar por la extravagancia divertida, por lo espectacular o por la apariencia”. Y me temo que esa es la tónica, no general, pero que gana adeptos en España.

Estoy convencida que los estudiantes actuales y pasados del master DCEI, entenderán perfectamente a lo que me refiero. No informen de las nimiedades de sus organizaciones. Al contrario. Den las claves interpretativas que nos ayuden a comprender la importancia que tienen las organizaciones y las acciones que desarrollan. Informen a los periodistas para que no se equivoquen en sus relatos, en sus juicios, en las informaciones que nos den. Dediquen su tiempo y sus esfuerzos a mejorar la comunicación de sus organizaciones, porque ello les ayudará a mejorar toda su estructura organizativa y hasta la cuenta de resultados. Y por favor, trabajen siempre respetando la ética y el rigor en la comunicación.



Dra. Maria José Recoder i Sellarès
Decana de la Facultad de Ciencias de la Comunicación (UAB)

viernes, 1 de diciembre de 2017

Reivindicando el trabajo de los gabinetes de comunicación

El número 176 de la revista Capçalera, editada por el Col·legi de Periodistes de Catalunya (Octubre 2017), realiza un análisis periodístico de la cobertura mediática de los atentados en las Ramblas de Barcelona y en Cambrils, perpetrados en agosto de 2017. La conclusión es clara: quien se convierte en una fuente de información fiable y de referencia, no solo para los ciudadanos, sino también para todos los medios de comunicación estatales e internacionales que cubren el atentado, no es un medio de comunicación, sino el Gabinete de Comunicación de los Mossos d’Esquadra, que utilizará las redes sociales para difundir mensajes en catalán, castellano e inglés.

Patricia Plaja, la responsable de Comunicación de los Mossos, decía a Capçalera que era imprescindible que los periodistas de los medios de comunicación y de los gabinetes afectados se sentaran para hablar de todo lo que estaba sucediendo. Léase, de la tergiversación de las informaciones que hicieron algunos medios de comunicación, otrora considerados dignos de respeto. Personalmente, añadiría que han de hablar para recuperar la confianza. Para que los medios de comunicación no den noticias precipitadas, datos no contrastados o información que puede perjudicar la búsqueda de los culpables.

A mi juicio, esa idea repetida de que existe una brecha entre periodistas de medios de comunicación y periodistas de organizaciones carece de sentido. Se dice de gabinetes y medios que están “a los dos lados de una barricada”. ¿No deberíamos reflexionar sobre qué es lo que separa la famosa barricada? 

He oído decir a los periodistas de medios, que los periodistas de gabinetes no actúan como tales porque “obedecen” las normas de la empresa o institución para la que trabajan. Que no son “independientes”, que no son periodistas “de verdad”. Si ejerciera de periodista en un gabinete, no me dejaría insultar. De ningún modo. Porque muy a menudo, los periodistas de gabinetes son comunicadores más fiables, serios y consecuentes que muchos de sus colegas en los medios escritos, radiofónicos, televisivos y digitales. Tal vez a su pesar, eso sí. Porque han de seguir una línea editorial que ha olvidado la verdad, la imparcialidad o el imprescindible contraste de las fuentes de información.




Dra. Maria José Recoder i Sellarès
Decana de la Facultad de Ciencias de la Comunicación (UAB)